Decálogo del escritor súbito (de utilidad para el escritor de minificciones)
- Atiende al rayo, la chispa de donde sale la minificción. Ese será tu momento de iluminación.
- Comprende que, como con los destilados de agave, hay que tirar las colas y que la doble destilación ayuda a la pureza del producto final.
- Solázate en la ambigüedad de las palabras y las expresiones.
- Olvida la desmesura (sólo en el aliento de la narración).
- Sé el fiel de la balanza: que no sobre nada, que no falte nada. En caso de imprecisión: es preferible que falte algo.
- Nunca aclares: tu arma es la sugerencia.
- Una minificción es como un Alka Seltzer. Comprimida y blanca se expande y burbujea en el ánimo del lector. En su punto, alivia; a destiempo, asfixia.
- Para escribir una minificción hay que tragarse un tazón de palabras y regurgitar las necias y poderosas. De ellas es el imperio del cuento corto. Hacerlo en ayunas da mejores resultados.
- La mitad de la minificción es el título. Sin él la ficción está a medias; si lo encuentras antes llevas la mitad del camino andado.
- El knock out de la minificción es mortal. Aunque el lector sea el último en enterarse.
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